viernes, 4 de mayo de 2012

El guisante sin princesa


Digital, papel y lápices de colores

–¿Pero cómo vas a querer tú una princesa? Si eres un guisante –le dijo su madre al pequeño Gonzalo cuando salió de la vaina donde dormía.
–Pues la quiero –respondió. Y se fue a desayunar sin dar más explicaciones.
Como era fin de semana, y no tenía colegio, Gonzalo se pasó dos días enteros leyendo libros de hadas. Necesitaba saber qué le gusta a una princesa, pues ese es el primer paso para enamorar a una chica. Pero lo que encontró no sabía si le gustaba a él.
Por un lado, las princesas esperaban a un príncipe azul y él, como todos los guisantes, era bastante verde. Sin embargo, si aguantaba mucho la respiración, pero mucho, mucho, lograba un color violáceo tirando a azul. Y, para no correr el riesgo de asfixiarse, siempre le quedaba la opción de usar un tinte, o buscar a una princesa daltónica.
Por otro lado, y esto era un problema, las princesas andaban siempre metiéndose en líos: que si las secuestra un dragón, que si las hechiza una bruja malvada, que si se caen a un pozo, que si las envían a la otra punta del mundo... En definitiva, ya podía olvidarse de una vida tranquila y apacible. Un rollo.
Además, toda princesa que se precie tiene una laaaarga fila de pretendientes, a cada cual más apuesto y osado. Él era muy mono, su abuela se lo decía cuando iba de visita, pero no sabía si tanto como para sobresalir entre todos aquellos príncipes montados a caballo. Aunque él estaba aprendiendo a domar saltamontes y, con un enorme salto, podía pasar por encima de los demás.
Tampoco podía olvidarse del padre de la princesa. Y es que los reyes siempre andan poniendo condiciones absurdas y pruebas imposibles para evitar casar a sus hijas. Al menos en eso tenía alguna opción, porque siempre vencía quien menos se esperaba. Y, ¿alguien pensaría que un guisante lograría realizar aquellas proezas? Nadie.
El caso es que cada vez le convencía menos encontrar a una princesa remilgada y cursi. Solo encontraba pegas. Muchas. Y no estaba nada, nada, seguro.
–Mamá –le dijo el domingo por la noche antes de irse a la cama–, tenías razón con eso de las princesas...
–Si ya te lo decía yo... ¿Cuándo me vas a hacer caso?
–Yo lo que quiero es una giganta. Es mil veces mejor. ¡Dónde va a parar!


Gracias a NiñoCactus por su cuento...

5 comentarios:

  1. Ya dejé mi comentario en el blog de NiñoCactus.
    Ánimo con el proyecto.

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  2. Bueno, bueno... Luis, estreno de lujo! Me encantó la cabecera del blog, con esos colchones estampados, y el guisante, es monísimo.
    En cuanto al cuento de NiñoCactus, así me gustan a mi los héroes, en especial los guisantes, valientes y sin complejos.
    Felicidades a los dos y mucha suerte con este proyecto. Besos,

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  3. Aunque siempre le decía a mi madre que los guisantes se los diera a la abuela, ahora he cambiado de opinión.
    Dame guisantes!
    Un saludo y enhorabuena por el cuento y las ilustraciones, son encantadoras

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  4. Me ha encantado conocer este sitio.

    Saludos desde el aire

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  5. Muchas gracias a todos y bienvenidos a mi pequeño mundo... Espero no defraudarles y que disfruten con mis creaciones de la misma manera e ilusión que yo disfruto de las suyas. Abrazos...

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