domingo, 6 de mayo de 2012

Una mamá perfecta


Digital y papel

Como todos los niños, Camilo pensaba que su madre era la mejor del mundo. Y así lo decía:
–Mi mamá es la mejor. –Después hacía una pequeña pausa para terminar añadiendo–. Si fuese de chocolate, sería perfecta.
Pero eso tampoco le preocupaba demasiado, porque no conocía ninguna mamá de chocolate, ni de gominola, ni siquiera de natillas con galleta. Así pues, su madre seguía siendo la mejor del mundo.
Un tarde se paró frente al escaparate de la pastelería más increíble de toda la ciudad. Allí, entre todos los pasteles, tartas y caramelos, había un anuncio donde se leía: “Hacemos de chocolate lo que usted quiera”. Camilo abrió los ojos como platos. Miró el cartel, luego miró a su madre, luego el cartel otra vez, luego los donuts de colores, y por último la puerta de la tienda.
–¿Entramos? ¡Por favor, por favor, por favor! –le pidió a su madre tirándole del vestido.
Dentro olía de maravilla. Tanto que Camilo casi se olvida de por qué estaban allí. Lo recordó en seguida al ver las cajas de trufas sobre el mostrador.
–Me gustaría hacer a mi mamá de chocolate –dijo carraspeando un poco.
–Por supuesto –le respondió un viejecillo–, pero tardaré al menos dos horas. ¿Te importaría esperar?
Y a Camilo no le importó.
De vuelta a casa, el niño recorrió todo el camino abrazado a su madre. Daba gusto estar cerquita de aquel aroma tan delicioso. Y, además, todavía guardaba un poco el calor. No se separaría nunca de ella, se dijo Camilo. Pero su padre pensaba de otra manera, y esa misma noche le mandó a dormir a su cuarto.
–Ya eres demasiado mayor para dormir en la cama con nosotros.
Y cuando su padre decía algo, era mejor no hacérselo repetir.
Camilo estaba tan contento con su mamá de chocolate que iba con ella a todas partes. Paseaban por la plaza, daban vueltas por el parque, patinaban por el carril bici... Y sonreía al ver al resto de niños mirarle con cara de envidia.
Sin embargo, existía un inconveniente terrible que Camilo no tuvo en cuenta al principio. Pronto le entraron ganas de darle un muerdecito a su madre para ver cómo sabía. Y claro, eso no podía hacerlo.
Cada día le entraba más hambre, y sus tripas rugían sin parar. Hacían tanto ruido que no le dejaban ni ver la tele. Hasta necesitaba dormir con tapones del escándalo que montaban.
–Por mordisquearle una uña no pasará nada –pensó una mañana.
Y ese fue su error. Porque después de la uña siguió con el dedo, y no paró hasta terminar con todo. Si le preguntasen, diría ese que era el chocolate más delicioso del mundo.
Pero como había comido demasiado, al rato comenzó a dolerle la barriga. Y lo peor era que, por glotón, ya no podía llamar a su mamá para que le curase.


Dedicado a todas las mamás... ¡¡¡¡¡Muchas Felicidades Mamá!!!!!


De nuevo, gracias a NiñoCactus por su cuento...

6 comentarios:

  1. Me pongo manos a la obra y hago mamá helada rellena de pistacho y garrapiñada. Mamá, te quiero

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  2. Jaja... Deliciosa mamá e ilustración.

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  3. Muy apetecible la ilustración.

    Besitos

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  4. Le dejo un mini-regalo en mi blog, caballero.
    Un beso,

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  5. Jajajajaja, es lo que tiene comerse a una madre que luego nadie puede ocupar su lugar. Así que mejor sacarle una foto y admirarla cuando no esté cerquita.

    Me gustó el cuento.

    Un saludo.

    Oski.

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  6. ¡¡¡¡¡Muchas gracias a todos!!!!! Abrazos de chocolate.

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